martes, 3 de noviembre de 2009

Mis muertos.







Mi abuelo paterno se llamaba René, era coleccionista de jóvenes artistas y poeta. Era criollo, adoraba el campo y los gatos. A mi me pusieron Domitila porqué cuando el nació se quedó huérfano y lo crío su tía regordeta y solterona: Domitila. Por mucho tiempo pensé que posiblemente ése fuese mi destino, pero ése es otro tema.
Nunca conocí a mi abuelo René, pero siempre sentí que me hubiese adorado, y que seguramente muchas fallas femeninas que tengo él me las hubiese curado. También que muchas cosas que hoy son de una manera no serían así, que él las hubiese evitado.
Mi abuela materna se llamaba Nelly. Adoraba las plantas, el silencio y el sentido del humor. Me buscaba en el colegio todos los miércoles y me traía chocolates de mi “pequeño pony”. Se bañaba desnuda conmigo y después frente al espejo me hacia cuentos de hadas que vivían tras de él, me enseñaba a divertirme frente al espejo, cosa que después de su muerte me olvidé como hacer. Se murió cuando yo tenia seis años. Su muerte fue el temprano final de mi inocencia, el punto de partida de una realidad que estoy segura no debería haber sido así. También fue el fin de mi corta vida religiosa: el día antes de morirse con mi niñera Lali nos arrodillamos frente a una foto nuestra que había en mi mesita de luz a rezar que por favor no se muera. A la mañana siguiente mi mamá nos despertó llorando con la noticia de su muerte, desde ese día no creí mas en Dios.
Las muertes de mis dos abuelos fueron las muertes que mas me marcaron en mi vida una inclusive sin haberlo conocido. La seguridad de que esas dos personas podrían haberme protegido de verdad a veces me agobia, otras me entristece y me enoja y últimamente parte de una tardía madurez ya ni lo pienso.
La muerte de mi primo hermano Camilo también fue horrible. Yo lo adoraba, y sobre todo era el amor de mis hermanos mas grandes, era cofradía en serio. Era joven, buenmozo, gracioso y sí por ahí tiraba mucho de la piola pero todavía cuando escucho Marisa Monte lo oigo a él hablándome en portugués con su luz bahiana explicándome cada palabra.
La muerte para mí siempre fue triste. Fue egoísta y me quitó cosas mas allá de personas. Ni hablar del miedo que le tengo a lo que todavía no se fue, a mi propia muerte. Por eso celebrar por primera vez dia de muertos fue una experiencia tan hermosa para mí. Porqué yo quiero creer que de verdad la muerte no es algo terrible, ni terrorífico. Porqué quiero creer que volvemos a visitar a los que se quedan y los que se quedan nos celebran y no nos lloran, que se puede seguir,igual.
Hay muchas cosas a la hora de pensar en un futuro en criar un niño en México que me dan pavor, pero hay una que me reconforta mucho y es saber que va a crecer con una noción sobre la muerte y sobre las fiestas distinta, colorida y vaporosa. Que va a tener un verdadero escudo atávico.
Nos fuimos a Morelia, vimos una exposición vecinal de altares bastante mediocre. Pero después a la tardecita justo a ésa hora dónde el sol se vuelve mas fuerte para después desaparecerse , fuimos al panteón. Fue hermoso. Va ser difícil que las palabras hagan algo justo con lo que mis ojos vieron. Ahí sí los altares eran hermosos, la gente lloraba, se reía comía, bailaba. Los músicos cantaban "corridos" sobre el día de muertos y los niños agarraban las lapidas, las limpiaban, les colgaban globos y por fin algunos disfrazados se quedaban dormidos cerquita del finado, sonrientes porque la vida sigue y la ausencia puede, también, ser relativa.

1 comentario:

Silvestre dijo...

Domitila
Que linda historia! Mis abuelos me marcaron mucho, realizar la muerte también y por suerte disfruto de una todavía y el día que sea me va a doler.
De Camilo, de Bernard y de otros sentí injusticia divina también.
De alguna forma curiosa y dejando de lado todo lo que me habían enseñado de el me reecontré es algo fantástico que disfruto mucho. Me ayudó mucho la visión de otras religiones la ortodoxa griega como sabemos, de alguién mucho más humano a nuestro nivel no elevado mucho mas allá. Y el budismo también.
Miles de Besos de los tres Marina, Silvestre y Jerónimo Odysseas

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